Una explosión gigantesca nos lanza a todos al suelo como muñecos. Un denso humo blanco nos envuelve y no se puede ver más allá de la nariz. Alguien ha lanzado una especie de granada de mano primitiva pero ha explotado tan cerca que parecía el estallido de un volcán.
Me palpo el cuerpo para averiguar si sigo de una pieza.
–¡Mari, cariño, estás bien? –grito desesperadamente.
–Sí, un poco asustada pero creo que estoy viva. –la oigo responderme entre la densa humareda.
–No te muevas, podrías estar herida. Espera a que se despeje el humo y pueda encontrarte para ayudarte. –
–Tómate el tiempo que necesites, ya te he dicho que me encuentro perfectamente. –
Unos segundos después ya puedo verla con cierta claridad. Está tumbada boca abajo en el suelo, hay algo debajo de ella que ha debido amortiguar su caída contra el suelo.
Avanzo renqueante unos pasos hasta llegar a su posición.
La onda expansiva le ha arrancado la camisa y el sujetador caqui del ejercito es lo único que le cubre las domingas, bueno, sólo una, la otra se ha escapado de la copa y campa libremente. Por otro lado, la falda se le ha subido hasta la cintura.
–¡Me cago en todo lo que se menea! – grito cegado por la ira.
–¿Qué mosca te ha picado ahora? – contesta sin cambiar de postura.
–Estas tumbada encima del conductor del camión. Cualquiera diría que te los estás ventilado. –
–¿Y qué? ¿No puede una caer encima de quien le dé la gana cuando explota una bomba tan cerca? –
–Hombre, digo yo que una cosa es darse un talegazo contra el suelo y otra muy distinta no levantarse cuando ya no hay peligro. –
–Oiga, mi comandante, que ha sido sin querer, yo no tengo ninguna culpa. –
–Calla y no le hagas caso, chavalín. Estás tan blandito que parece que estoy tumbada en la cama de María Antonieta. –
Así es mi Mari, buscaba venganza y darme una lección por mis devaneos alocados con las mujeres y lo ha conseguido. –
El pobre hombre no sabe qué hacer, apenas se ha recuperado del susto de la explosión y ahora se ve envuelto en un lío de parejas.
Después de unos segundos de hacerme de rabiar de lo lindo, por fin se pone en pie, se coloca la falda como corresponde a esta prenda y en su lugar establecido y lentamente introduce su teta revoltosa dentro del sujetador.
El conductor permanece tumbado boca arriba tal y como ella lo ha dejado. Le tiendo mi mano para ayudarle a incorporarse pero me arrepiento de inmediato.
–¿Blandito? Será en la tripa, porque más abajo parece que está más duro que el badajo de una campana. ¡Levanta, tío marrano! –
–Oiga, mi comandante, que uno no es de piedra. Si Dios me ha puesto encima a una mujer como esa y prácticamente desnuda, hasta un santo varón no podría evitar engorilarse. –
–Te voy a dar yo a ti engorilamientos. – le digo mientras de doy una patada en el trasero. –
Mari está disfrutando de lo lindo. Sonríe de tal modo y tiene la cara tan manchada de polvo blanco que parece un mimo.
–¡Hay que ver cómo cambia el cuento cuando uno no está falto de calcio y le crecen los cuernos como a un toro de Miura. – dice con más regocijo que un gorrino en un charco.
–Bueno, ya está bien. ¿De dónde ha venido ese bombazo? Este bosque ya no es seguro. Hay que largarse cuanto antes. –
Sonido de disparos. Las balas silban a nuestro alrededor y se estrellan contra las piedras y los árboles.
–Todo el mundo cuerpo a tierra, cúbranse. – grito mientras tomo del brazo bruscamente a mi mujer y la parapeto detrás de unos pedruscos.
–¿Quién cojones está disparando? – me pregunta el conductor mientras se ajusta su casco de combate.
–No lo sé. No es posible que hasta aquí hayan llegado ya los franceses. –
–Es una patrulla de franchutes. – grita alguien desde un punto algo más elevado y que le permite divisar mejor el bosque.
Se han debido despistar y se han perdido. No creo que sepan siquiera que están en pleno territorio ocupado por los alemanes. Deben estar tan sorprendidos como nosotros.
Se inicia un tiroteo infernal. No deben ser más de quince o veinte pero una cosa es segura: son veteranos que saben lo que se hacen. En cabio yo estoy al mando de una caterva de novatos.
–Cúbranse todos bien, no quiero que nadie se haga el valiente. Esperen a mis órdenes y no malgasten la munición a lo loco. – grito mientras un par de balas rebotan cerca de mí, afortunadamente estoy en un pedregal que me protege a mí, al conductor y a mi Mari.
Durante unos minutos se produce un incesante tiroteo.
Maldigo nuestra suerte, si el payaso del coronel no me hubiese entretenido buscando al general, ya estaría lejos de todo esto y a punto de desaparecer de esta guerra junto con mi mujer. Ahora toca joderse y apechugar con lo que venga.
Un soldado salta al exterior de una especie de zanja en la que permanecía parapetado. Corre disparando a diestro y siniestro sin ningún criterio y su cara muestra la expresión de un hombre completamente demente.
Apenas ha corrido diez pasos cuando es alcanzado en el pecho por un disparo y cae al suelo. Ha muerto tan rápidamente que ni siquiera ha lanzado un gemido.
–¡Me cago en la puta! – grito–¿Qué parte de “cúbranse” no han entendido. No quiero más héroes alocados. Mira lo que pasa cuando no cumplís mis órdenes, novatos. Al siguiente que se deje matar le corto los huevos.–
Veo perfectamente como un soldado de infantería francés se incorpora para lanzar otra granada pero es alcanzado por una ráfaga de ametralladora que literalmente le parte en dos.
Tiemblo de nerviosismo, terror y angustia, creo que estoy llorando. Este horror no puede ser real…
El fuego va decreciendo a medida que a los hombres de uno y otro bando se van agotando su munición. Ahora los disparos son más certeros porque sólo se dispara contra blancos claros.
–Ríndanse, franceses. No tienen nada que hacer, somos muy superiores en número. Les prometo que serán tratados bien si lo hacen ahora.– les grito.
–Suce ma bite, sale Alleman Suce ma bite, sale Allemand: (Chupame la polla, sucio alemán. (A ver, este escritor de pacotilla ya se está pasando más de la cuenta y me está obligando a traducir tacos bien guarros ¿Para eso no hice yo la carrera de filología? Nota del traductor.) .– me contesta uno de ellos que debe estar oculto entre los árboles.
–¿De qué sirve que alarguemos esto más de la cuenta, francés? Es mejor dejarlo ahora que prolongar esta matanza de la que no podrán salir con vida de ninguna manera. –
Se produce un silencio denso. Dos soldados franceses salen de entre la espesura con los brazos en alto.
–Que nadie dispare, se han rendido–ordeno al verles acercarse.
Pero es alguno de sus propios compañeros el que les derriba con dos certeros disparos de fusil.
–¡Así trata Francia a los cobardes! –oigo gritar a uno de los franceses.
–¿Quieren dejar de hacer el loco de una puta vez? ¿No ven que no tienen ninguna posibilidad? – les grito.
–No nos vamos a rendir de ninguna manera, venderemos bien cara nuestra vida, se lo debemos a nuestra Patria. – responde alguien.
–Es usted un criminal o un demente con fusil. –
–Y usted, un gilipollas. –
–Efectivamente, me ha tocado un tema del que podría dar conferencias en el Ateneo Mercantil de Valencia, pero no es momento ni lugar. –
–¿Entonces qué? – me pregunta el conductor que está acurrucado junto a mi Mari.
–Lo primero es que no se arrime tanto a mi esposa, le recuerdo que ha venido usted a esta guerra a luchar y no a hacer el modorro. –
Alguien ha lanzado una granada a los franceses. La explosión ha arrancado un arbolito de cuajo. Vuelve el silencio.
Puedo ver una especie de pañuelo blanco y después unos soldados franceses levantan sus manos y permanecen en pie.
–Avancen hacia nosotros sin hacer tonterías. – les grito en perfecto francés.
Descubro a un par de hombres que están cerca de nosotros preparando sus fusiles para derribarlos.
–No disparen, se han rendido. Pero vigílenles bien y sigan a cubierto, podría ser una trampa. Hoy no se va a verter más sangre en este puto bosque. –
Cuando están casi junto a nosotros, a una señal mía, dos de mis hombres salen de sus escondrijos, se acercan a los enemigos y les cachean.
–¿Los fusilamos ya o quiere hacerles algún interrogatorio, mi comandante? –me dice un chico de no más de dieciocho años.
Durante un instante le observo de arriba abajo ¿Qué clase de mierda es una guerra que convierte a un tipo casi adolescente en un asesino sin escrúpulos?
Me acerco a él, le tomo por las solapas y le zarandeo con violencia.
–Escucha, especie de gangster, no vamos a fusilar a nadie. Estos hombres se han rendido y son nuestros prisioneros, punto. Y lárgate de mi vista antes de que de dé tal patada en los cojones que me rompa hasta la bota. –
El muchacho se va cabizbajo, incluso creo que no llega a entender mi comportamiento. Pero una cosa es matar en combate cuando se trata de salvar el pellejo y otra muy distinta asesinar a sangre fría. Si el ser humano llega a un punto de no saber diferenciar entre estas cosas ni apreciar el valor de una vida humana, creo que lo mejor sería extinguirse como especie.
–Llévense a estos hombres a retaguardia para que la policía militar se haga cargo de ellos, pero trátenles correctamente ¿Me han entendido? – les digo a mis soldados que les están encañonando con sus fusiles.
Me dejo caer de culo en el suelo. Los nervios, la responsabilidad, los horrores que he visto y el miedo, me han dejado agotado.
–Estoy muy orgullosa de ti. –me dice mi esposa acariciándome la mano.
–¿Qué mierda es esta en la que hemos ido a caer? Acaban de morir unos cuantos hombres delante de nuestras narices y casi lo hemos asimilado como algo normal. –
–Sí, es horrible, pero has conseguido que esto no haya sido otra matanza. Podría haber sido mucho peor. –
–¡Conductor! ¿Dónde está el conductor? – De repente me han entrado unas ganas renovadas de largarme de aquí y volver a mi tiempo.
–Estoy aquí, meando, mi comandante– me dice. Está de espaldas orinando contra un árbol.
–Pues termine pronto y espólsesela bien, después suba al camión. Nos vamos. –
El chico se toma su tiempo y, una vez acabado, se vuelve hacia nosotros abrochándose los botones de la bragueta mientras su vista se empeña en mirar a mi Mari.
–Por todos los santos, cariño, busca una chaqueta o algo, sigues en sujetador. –
–¿Y que querías, gilipollas, que saliese cuando los tiros a buscar una boutique? –
–Y tú, más te valdría buscar un vehículo en condiciones en vez de estar zascandileando y contemplando los pechos de mi mujer. Tu camión está en llamas desde que explotó la puta granada tan cerca de nosotros.
Se larga refunfuñando.
–Y date prisa, no tengo todo el día. –
Al cabo de diez o quince minutos vuelve con un camión todavía más viejo y destartalado que el que tenía pero no es el momento de ponerse estupendo. Con que funcione y nos saque de aquí me doy por satisfecho.