El resto del día pasa a una velocidad meteórica. Cuánta razón tenía Einstein cuando afirmaba que el tiempo es relativo. ¡Me lo va a decir a mí! Apenas hemos regresado de comer y ya nos estamos preparando en nuestra alcoba para bajar al sótano y comenzar viaje.
Son ya cerca de las ocho y el sol se puso hace una hora sobre Philadelphia. Anthony nos espera con Bobby en la estancia donde está situada la puerta que da a la minúscula habitación de los espejos y la silla de barbero.
–Bueno, ha llegao er momento. – nos saluda mientras se aleja un poco para vernos a los dos desde cierta perspectiva.
–¡Joer que estampa!¡Parecéis figurillas del Belén. –
Nos entrega un pequeño plano con la ubicación del agujero de escape.
–¡La madre que lo parió! ¡Está justo en la cabeza de la Esfinge!
Me observa por un instante al comprobar mi cara de estupefacción.
–Nadie construirá nada encima de mi agujero y así quedará a salvo ¿A que soy un genio, picha? –
–Sí, como para darte el Nobel. ¡No te jode! ¿Y si la Esfinge no existiese todavía al llegar allí? –
Queda un momento pensativo…
–Zegún los cárculos de los sientífico, vais a viajar al año 2584 Antes de Jezucristo. Con toa seguridá, la Esfinge ya estará allí, pero zi no es azín, no os quedará otra que esperar a que la construyan, pero no os preocupéis por ezo, zabemos por experiencia que mientras estéis en un viaje en el tiempo no envejecéis ¿No te diste cuenta en Roma y en Verdún? Podeis pazar siglos enteros allí y estaríais igualitos que ahora.–
–Te voy a dar con la mano del revés que te van a salir hasta almorranas. ¿Esperar siglos en aquellos desiertos? ¡Yo te mato! –
No me deja continuar porque extrae del bolsillo de su bata dos papelillos más.
–Estos serán vuestros nombres egipcios– nos dice mientras entrega uno a cada uno.
–¡Gilimarititis! ¡No me lo puedo creer! ¿No se os ha ocurrido ningún otro nombre más ridículo? –
–Me voy a cagar en todos tus muertos uno a uno ¿Y yo qué? ¡Giliptotapis! –
–¿No sé de qué os quejáis? Son dos nombres preciozos. –
–Mira macho, no me toques los cojones. ¿De quién ha sido la idea porque me voy a cagar en sus muelas? –
–¿Qué paza? ¿A lo mehó ar caballero ze le hubiese ocurrío argo con más estilo? –
–Por supuesto. Ese nombre suena muy cursi. Nada como algo que acabe en “Amón”. ¡Mira Tutankamón! Eso sí es bonito.
–¿Cómo te vas a llamar como un faraón? –
–¿Y Gilimarititis? – dice mi Mari muy enojada–Suena a infección en el chocho. –
El cabrón de científico loco continúa con sus preparativos sin hacernos el más mínimo caso.
–Métenos en la máquina y nos vamos tan campantes para perderte de vista cuanto antes. –
–No es tan sencillo. Primero irá ella y después tú. –
–De eso nada, monada, nos vamos los dos juntos. –
–No puede zer por dos razones, la primera es que en la máquina sólo puede viajá uno zolo y no dos a la vez. –
Ayuda a mi Mari a entrar en el cubículo de espejos y esperamos a que haya desaparecido. Tras un instante, ya debe estar en algún templo egipcio.
–¿Y la segunda? –
–Mari tiene que partir antes que tú. Su misión es mucho más complicada que la tuya. Cuando tu llegues allí, ella ya llevará casi cuatro meses en Egipto. ¿No os habían avisao de ezo? –
–¡No! ¡Me cago en la puta! ¿Quieres decir que mi Mari lleva sola en aquellos andurriales ya tanto tiempo? ¡Pobrecita!¿Crees que seguirá con vida? –
–Me temo que ezo te toca averiguarlo a ti cuando llegues, Picha –
Le empujo violentamente y le aparto de la puerta. Me siento en la silla y me ato las correas con rapidez. Tengo que salir inmediatamente a rescatar a mi sacerdotisa.
–Date prisa en llevarme allí Anthony. Cada segundo que pasa son días enteros que mi Mari está completamente sola con esa gente. –
–Está bien, aterrizarás en pleno desierto, cerca de la meseta de Guiza en donde estarán comenzando a construir la Gran Pirámide. Hay un montículo que servirá para que aparezcas de repente sin que te vea nadie. –
–Déjate de historias y dale al botón que le tengas de dar. Estamos perdiendo un tiempo precioso. –
Me mira con cierta aprensión y pulsa algo en su tablet. Todo se vuelve borroso y comienza a invadirme la oscuridad más absoluta.
–¡Me cago en todos los dioses egipcios uno a uno! ¿Qué es esto? –
Una mierda para Anthony. ¡No estoy detrás de un montículo de arena. He ido a caer en medio de un río!
Mi cerebro está todavía medio lelo a consecuencia del viaje pero una palabra me viene a la mente como si no existiese otra en ningún otro idioma. ¡”Cocodrilos”! Sin duda debo estar en medio del Nilo y esto estará infestado de lagartos hambrientos.
Nado tan rápidamente para llegar a la orilla que debo haber batido todos los records. Es una pena que el del libro Guinness no haya nacido todavía porque esa marca sí me haría aparecer en la historia.
–Salgo como puedo del agua jadeando como un galgo después de perseguir a una liebre y sigo sin parar de correr hasta que me alejo de la orilla a una distancia razonable. Todo el mundo sabe que los cocodrilos también corren por la tierra detrás de su desayuno.
Me doy de bruces con un individuo bajito que lleva una especie de babero blanco y sucio, unos calzones como los míos y un pequeño látigo en su mano derecha.
–¿Quién eres, extranjero? No te había visto nunca por aquí. –
– Giliptotapis, y vengo desde muy lejos para conocer la grandeza de Egipto.–
– ¿Giliptotapis?. Qué nombre tan raro. Nunca había oído que un hombre se llamase “El gilipollas que luce como Apis.” –
–¿En serio significa eso? ¿Y qué pasa? Al fin y al cabo, Apis es un Dios ¿No? –
–Sí, pero con unos cuernos que apuntan al cielo. No está bien llamarse así a menos que seas soltero y sin compromiso.–
¡Mi mari en el Templo! ¡Lo sabía! Ya debe estar consolando a más de uno, pero que tiemblen estos paletos porque como me ciegue termino yo solito con este imperio de pacotilla.
–¿Y qué haces aquí bañándote en el canal? ¿No sabes que es peligroso hacerlo? Ayer, sin ir más lejos, le picó una serpiente a uno de mis hombres y esta mañana lo hemos enterrado. –
–¿Tus hombres? ¿Tú quién eres? –
–Deberías saberlo por muy extranjero que seas y arrodillarte ante un funcionario del faraón, pero te perdono por haber tenido los santos huevos de bañarte en el canal llenito de cocodrilos. Soy el capataz Copritratuma II. –
–Bueno, tampoco es como para presumir de tener un nombre así como así ¿Qué significa? –
–Hablas muy bien nuestra lengua para ser extranjero pero desconoces muchas cosas. Todo el mundo sabe el significado de cada nombre pero parece que esa sabiduría te la han negado los dioses. –
–Soy nuevo en estas tierras, apenas si acabo de poner mis pies en ellas. –
–Ya lo veo. ¿De dónde vienes exactamente y que buscas aquí? –
–Vengo de muy lejos. De un lugar tan lejano que ni los mismos dioses saben siquiera dónde está y ando buscando la sabiduría del antiguo Egipto. –
–Pues no sé qué decirte. Aquí no existen cosas antiguas, casi todo está recién construido. Desde los tiempos del gran faraón Zoser Egipto es lo que es y de eso hace muy poco tiempo. ¿Antiguo Egipto? ¡No me hagas reír!–
–Tienes razón gran Caperucita. –
–¿Caperucita? Me llamo igual que mi padre; Copritratuma que deberías saber que significa “Como me toque la primitiva va a venir a trabajar tu puta madre”. –
–Pues encantado de conocerte. Quisiera pedirte que me dijeras exactamente dónde estamos. –
–¡Joder, cornudo tal cual Apis! Parece mentira que no sepas que estamos en Guiza –
–¿En Guiza? No es posible. Esto debería ser una meseta desértica y aquí hay un canal con tanta agua que podría bañarse una manada entera de hipopótamos. –
El tipo me mira entornando los ojos. Debe pensar que todos los extranjeros somos tontos del culo.
–¿Y por qué esto debería ser un lugar desértico y desolado. por qué lo dices tú? Me está pareciendo que eres mucho más tonto de lo que aparentas a simple vista. –
–No importa, son cosas mías ¿Dónde están las pirámides? Necesito visitarlas de inmediato.–
–¿Pirámides? ¿Qué es eso? ¿Alguna palabra en tu idioma? Ah, no, déjame que lo adivine… Has debido pronunciar mal, se dice “prostitutas” y están todas en Menfis. –
–No, no busco mujeres. Lo que me interesa de verdad es saber cómo se colocan las piedras una encima de otra. –
–He conocido a miles de hombres a los que he protegido, dado un trato amable y a veces, incluso, les he tenido que golpear con el látigo para que se ganasen la cerveza y el pan, pero jamás a un tipo tan raro como tú. Estoy empezando a pensar que te manda el mismísimo dios Thoth para probar mi paciencia contigo o para volverme loco. –
–No importa, soy como soy y punto. Necesito que me digas dónde está la ciudad de Menfis y me largaré a la carrera para dejarte tranquilo. –
–Pues no señor, como te dije, acabamos de enterrar a uno de mis hombres y tú serás quien le sustituya. Eres un gigantón que me vendrá de perlas para adelantar los trabajos. ¡Mides casi codo y medio! Así que andando. –
–¿Trabajar? ¡Los cojones! No he venido a eso. –
Desenrolla su látigo con tal rapidez que sólo puedo experimentar un tremendo dolor en mis pantorrillas.
–Te vienes a la cantera quieras o no. Y no te pongas más tonto de lo que eres o te desuello aquí mismo y les ofrezco un almuerzo de primera a los hipopótamos. Seguro que se hartan a comer con tu enorme cuerpo. –
Sigue golpeándome mientras corre detrás de mí. Subimos una pequeña duna y, de repente, se abre ante mí un espectáculo desolador. ¡Centenares de hombres se afanan en picar piedra bajo el sol del desierto!
–Bienvenido a la cantera. Esta será tu casa hasta que me canse de ti o revientes de tanto picar pedruscos. ¿Conforme? –
–Pues más bien no. Esto es un infierno y no pienso trabajar aquí. –
–Porque tú lo digas. – me dice mientras me vuelve a golpear las nalgas con el látigo de los cojones.
–No he venido desde tan lejos para terminar como un vulgar esclavo. – digo medio gimiendo por el dolor y la desesperación.
–¿Esclavo? Aquí somos todos trabajadores libres y privilegiados. Trabajar directamente para el faraón tiene sus ventajas. –
–¿Llamas a esto ser privilegiado? Le digo mientras señalo a los hombres sudorosos extrayendo bloques de piedra. –
–Hay trabajos mucho peores, créeme. Los trabajadores cualificados del faraón cobran lo suficiente como para sostener una familia de diez personas. En cuanto te acostumbres me darás las gracias de tal modo que besarás por donde yo pise aunque sea una mierda de gato. –
Me obliga a bajar a la cantera a empujones, después me presenta a otro canijo mucho más joven pero igual de cabrón. –
–Te traigo a un nuevo trabajador. Se llama Giliptotapis. –
El tipo se me queda mirando.
–¿Estas casado? – me pregunta intrigado y con cierta sorna.
–Sí, felizmente casado ¿Qué te importa a ti eso? –
–¡Es una pena tener mujer y llamarse así! – ríe ahora abiertamente, pero está verdaderamente impresionado por mi metro ochenta y uno de estatura.
–Buen ejemplar ¿De dónde has sacado a este gigantón? –
Comienzo a comprender, toda esta gente no mide más allá de metro cincuenta y cinco. Para ellos pasar de metro setenta y a es un prodigio pero pasar de metro ochenta es una rareza sobrenatural.
–Se estaba bañando en el canal ¿Qué te parece? –
El joven me mira con incredulidad. Ya debe pensar que no estoy en mis cabales.
–Soy Rui-Matetis, segundo capataz de la cantera. Me debes obedecer como si fuese el mismísimo Ra. –
–Tradúcele. Este extranjero es tan ignorante que no conoce el significado de los nombres. –
–¡Joder! Entonces es más gilipollas que largo. ¡Todo el mundo sabe que Rui-Matetis significa “Que te pego leche”. – dice mientras desenrolla él también un látigo que tiene colgado de su cintura con una cuerda.
–Vale, vale, no me peguéis más. Si hay que trabajar en esta escombrera se trabaja y punto. Guarda tu látigo y dame un buen mazo para aporrear los pedruscos. –
Estoy abatido, acojonado y dolorido. Necesito ganar tiempo y conservar el pellejo lo más intacto posible. Seguramente esta noche encontraré la manera de escapar y salir pitando hacia Menfis para rescatar a mi Mari.
Un escalofrío recorre mi cuerpo bajo el sol abrasador. ¿Qué habrá sido de mi mujer durante todo este tiempo?
Tengo que largarme de aquí lo antes posible.