Capítulo 5

¡Nos vamos a Egipto!

Llevamos una semana de clases con esta gente. Hemos aprendido tanto que tenemos ya la sesera tan llena que no nos cabe nada más. Para aprender algo tenemos que olvidar otras cosas.

Yo creo que no es para tanto. Apostaría mi paquete de tabaco a que gran parte de lo que nos enseñan son leyendas y patrañas que no nos van a servir para nada, pero quien paga manda, que diría Míster Patterson.

Ya me he acostumbrado lo suficiente a ir en calzoncillos egipcios y oye, son la mar de cómodos, sin embargo, el calzado es otro cantar, temo que me terminen saliendo juanetes en los pies.

Mi Mari está insoportable con sus ropajes de sacerdotisa. Le sientan tan bien y son tan espléndidos que no echa de menos sus caros vestidos que se compró en las mejores boutiques de Philadelphia. Está comenzando a andar como las modelos en las pasarelas y de vez en cuando se pone de perfil con un brazo para arriba y el otro para abajo. No quiere que quede ninguna duda de que se ha convertido en una egipcia auténtica.

Tras seis sesiones de bronceamiento en el gabinete de Francesco Liflor, tanto el narizotas como la reputada se han dado por satisfechos con el color de nuestra piel. Una gilipollez, estaríamos igual de morenos si nos hubiesen pagado una semana en Hawái y estaríamos más contentos.

Pero hemos permanecido escuchando largas charlas. Las del chino apenas nos han servido para nada ya que además de hablar raro usando siempre las “eles” en lugar de las “erres”, sólo nos ha contado cosas de arquitectura antigua, tema  que tanto mi Mari como yo, nos pasamos por el arco del triunfo.

¿Para qué queremos saber cómo se hicieron los templos de hace cinco mil años si lo que queremos es ir allí y vivir en ellos y no poner pedruscos para construirlos?

Mientras, la doctora Eva Gina se afana en ilustrar a mi Mari acerca de los cultos al montón de diosas y dioses egipcios. Yo estoy sentado en un pupitre intentando escribir jeroglíficos.

En inútil porque muchos de estos monigotes representan sílabas y palabras en egipcio antiguo y hasta que la condenada máquina de Anthony no nos transporte allí, no tendremos el don de lenguas.

Pero es entretenido dibujar con exquisita caligrafía halcones, pollos,  plumas, hombres, mujeres, figuritas variadas y todo tipo de mamarrachadas.

–Buenas tardes ¿Cómo van los escolares? – es Míster Patterson que se ha acercado hasta la biblioteca.

–Buenas taldes–contesta el chino que está examinando mi papiro en el que he escrito un bonito jeroglífico. –Digamos que ploglesan adecuadamente. –

–A ver, a ver, déjame ver. – Mister Patterson coge mi papiro y lo examina con cierta perplejidad pero impresionado. –¿Esto lo has escrito tú solito, JuanVi? –

–Por supuesto, Míster. Ya domino este arte de la escritura como si lo hubiese aprendido desde chico.

–¡Joder, me dejas de piedra! Eres más espabilado de lo que nunca hubiese imaginado ¿Qué significa esta rana, nunca la había visto en los jeroglíficos tradicionales?–

–¿Una rana? ¡Eso es un faraón! A ver si aprendemos a leer– le digo con cierto enojo.

–¡Una mierda! Si eso es un faraón yo soy el obispo de Roma. ¡Anda, no me jodas! – y le enseña el papiro al chino buscando una segunda opinión.

–Es falta de oltografía. JuanVi no buen escliba, pero se esfuelza la cliatula. –

–Bueno, supongo que es cuestión de práctica. Ya veo que interés no te falta. Por cierto ¿Qué has escrito? –

–Un famoso proverbio del antiguo Egipto que dice: “Mi jefe es mucho más gilipollas que yo”. –

–¿Cómo? –

El chino se pone unas gafas gruesas y vuelve a examinar mi texto, esta vez con más atención.

–¡Jodel! Pues es cielto. –

–¿De veras que ha escrito esa frase tan compleja él solito? –

–No, aquí no pone nada de nada. Eso te indesciflable. Lo que es cielto es su tladucción. –

–¿El qué, Ca-Gao?¿Insinúas que yo también soy del gremio de los gilipollas? De eso nada, monada. Yo soy el Jefe.–

–Yo no decil nada. Pelo has picado. Leconoce que se lo has puesto a huevo. “El jefe es mucho más gilipollas que yo”. JuanVi no había especificado de quien se tlataba, usted solito se ha delatado. La olación, incluso en Egipto, consta de tles paltes: Sujeto, velvo y pledicado. Ahola, glacias a usted, ya sabemos quién es el sujeto–

–Me decepcionas, JuanVi ¿Acaso no te he tratado siempre como a un gilipollas ejemplar? Más que eso, casi como a un hijo. –

Les quito el papiro de las manos y lo hago trizas.

–Estoy hasta los cojones de todo esto ¿Cuándo nos vamos? Aquí no nos enseñan nada más que estupideces que no nos van a servir de nada ni a mí ni a mi esposa, que somos los que nos vamos a jugar el pellejo en esos desiertos. –

Mi Mari sigue haciendo posturitas junto a la doctora Eva Gina. Yo creo que no se está enterando de nada acerca de la compleja religión egipcia. Ella solamente está encantada con sus ropas.

–¿Ya están preparados? – pregunta Míster Patterson.

–Más o menos. No creo que sean capaces de aprender nada más, en el hipotético caso de que hayan aprendido algo, claro está. – contesta la doctora con cierto desánimo.

–Hay algo que deben saber y que es de una importancia extrema. – interviene ahora el narizotas.

–¿Qué pasa ahora? Yo no quiero más clases. Ardo en deseos de terminar mi estancia en este colegio. A este paso vamos a terminar haciendo el viaje en el Inserso.–

–Siéntense y presten atención. –

Intrigados todos tomamos asiento en la enorme mesa de lectura.

–La historia egipcia se remonta a muchos siglos atrás. Los arqueólogos no se pueden poner de acuerdo en la exactitud de las fechas. Entre un suceso y otro puede haber un descuadre de años.–

–¿Qué nos quiere decir con esto? –

–Hemos estado calculando con Anthony el momento concreto en el que ustedes deben aparecer en el desierto egipcio. Muchos cálculos basados en textos antiguos, teorías y conclusiones de los más sesudos historiadores nos han hecho cuadrar una fecha concreta acerca del inicio de la construcción de la Gran Pirámide. –

–Pues asunto terminado ¿No? –

–No del todo.  No sería descabellado que aparezcan varios años antes o después. En esos casos, el viaje no serviría para nada. –

–O sea, que no tienen ni puta idea. –

–Más o menos, pelo sí una fecha aploximada. –dice el chino un poco ofendido.

–¿Entonces qué? –

Míster Patterson tercia en la conversación.

–Como ya sabéis, antes de partir Anthony os mostrará el agujero de retorno. Si la época no es correcta, intentad averiguar la fecha exacta en la que debéis viajar, volved y se corregirá el descuadre. Luego se os volverá a enviar al momento de tiempo oportuno. –

–Exacto. Eso, por sí solo, ya sería un avance arqueológico tan importante que valdría con creces la inversión que hemos hecho. – dice la reputada.

–Mucha clase, mucha teoría, mucha zarandaja y resulta que ni siquiera saben a qué tiempo nos van a enviar. – dice mi Mari sin dejar de mirarse de reojo en un espejo.

–No es eso exactamente, querida. Sabemos lo que sabemos pero ha pasado tanto tiempo que es disculpable no tener una idea científicamente exacta de todo. Lo que es seguro es que viajarán al Imperio Antiguo. No hace falta ponerse tan tiquismiquis. – Por su tono, la doctora Gina no parece que haya congeniado bien con mi Mari.

–No le demos más vueltas. Si no aterrizáis en la época correcta os volvéis, no es tan difícil, carajo. –

–¿Y nadie ha pensado en que no podamos volver. ¿Y si algún arquitecto majareta ha decidido construir un templo sobre nuestro agujero de escape? –

–Hemos pensado en todo. El zulo estará en un lugar especial. Con toda seguridad nadie lo obstruirá. –

–No sé… Yo cada vez lo veo más oscuro todo esto. Creo que su plan no es tan meticuloso y calculado como nos lo pintaron. Está todo cogido con pinzas. –

–Confíen en nosotros. Llevamos toda la vida investigando y recopilando tanta información histórica que vamos sobre seguro. –

Mari se levanta de la mesa. Todos la miramos en silencio. Estamos convencidos de que se ha rajado y deja la misión.

–¿Seguro? ¡Si no saben ni siquiera al tiempo al que nos llevan. – sigo insistiendo.

–Tiempo lelativo, pelo no ploblema. Usted tenel expeliencia en eso del  tiempo más que nosotlos.–

–¿Qué me vas a contar sobre eso, chino? –vuelvo mi mirada a mi mujer.

–¿Cari, quieres dejar de mirarte en el espejo y dejar de hacer posturitas? ¿Qué opinas tú? –

–Que nos vamos. Como sigas tocándole las pelotas a estos tres nos quedamos sin viaje. Igual buscan a otros. ¡Mira que elegancia!– responde sin dejar de hacer la pava ante el espejo.

–Ya han oído a mi Claudia Schiffer en su papel de modelo de sacerdotisa caprichosa. No tengo nada más que decir. Está decidido: nos vamos a Egipto y que sea lo que Dios quiera. –

–No esperaba menos de vosotros. – Míster Patterson respira aliviado. Por un momento se le pasó por la cabeza que todo se iba al traste.

–Me alegro de que todo esté ya decidido. Ahora ya sólo queda que comience para vosotros esta aventura mágica y maravillosa. No sabéis el privilegio que va a suponer el que viváis este viaje. – dice el profesor Bernar Izón detrás de su nariz esperpéntica.

–Bueno, siempre tienes la posibilidad de acompañarnos si tan de puta madre te parece este viajecito. – le respondo con semblante serio. No termino de tenerlas todas conmigo.

–¡! ¡Ni de coña! Lo mío es escarbar en las bibliotecas en busca de documentación. El jugarse el pellejo lo dejo para los gilipollas profesionales. –

–Queridos colegas. – interviene ahora la reputada–¿Creéis que están ya preparados? ¿Qué opináis? –

–Estos dos tienen el cerebro de corcho. Nos hemos esforzado tanto en formarles que estamos tan cansados como ellos. No creo que podamos hacer nada más. –

–Pues a mí palecel bien. No espelaba más de estos dos gilipollas, pelo he de leconocel que se han esfolzado mucho. –

Estoy harto de la prepotencia de estos tres. No paran de ofendernos y si me suelto la lengua lo más seguro es que les mande a la mierda a ellos y a la puta misión. Permanezco callado y vuelvo a mi pupitre a seguir dibujando jeroglíficos. Es una actividad que me mantiene entretenido.

Los clientes siguen de cháchara entre ellos.

–¿De verdad creéis que son las personas adecuadas? Hemos invertido mucho en esto para que estos dos saquen algo en claro. –

–Querida colega, necesitábamos gilipollas y nos hemos encontrado con estos dos. No se me ocurre a nadie con un coeficiente intelectual más adecuado. –

–¡Pero mírales, Izón, uno escribiendo como un escolar y sacando la lengua mientras dibuja monigotes como un párvulo en una guardería y la otra ensimismada con su imagen en el espejo y haciendo posturas ridículas!–

–¿Qué opina usted, Míster Patterson? –

–Sólo puedo prometerles que les he ofrecido lo más granado del personal de mi empresa. Anden, busquen por todo el planeta alguien más gilipollas que ellos y verán que es imposible superarlos en esa faceta. –

–No nos cabe ya la menor duda. Así que, por nuestra parte, esta noche mismo pueden emprender viaje. –

Tras escuchar estas palabras se me cae el tintero y me pongo perdidos los calzones. Mi Mari me mira con una sonrisa de oreja a oreja. Sí, amigos, parece una diosa en todo su esplendor.

En cuanto a mí, ya sabéis que los nervios me afectan al intestino grueso. Llego a dudar si subir al retrete o hacérmelo encima. Total, los calzones estos parecen un pañal y de todas formas me los tengo que cambiar porque están perdiditos de tinta.

Los tres científicos de pacotilla recogen sus libracos con los que han intentado darnos todo tipo de clases y se despiden de nosotros.

–Les deseamos buena suerte. Seguramente no olvidarán nunca las maravillas que les esperan y que van a vivir en primera persona. –

–No les defraudaremos. En peores plazas hemos toreado. No puede ser peor que la pesadilla de Verdún. – contesto todavía nervioso y confuso.

–Van a ser ustedes los primeros en vivir una vida remota de hace cinco mil años. Seguramente la echen incluso de menos cuando vuelvan. –

Se marchan. Míster Patterson les acompaña a la salida y mi Mari y yo quedamos en la más completa y desesperante soledad.

–¿Qué opinas de todo esto? ¿Está todavía convencida de querer hacer el viajecito? –

–Sí, posiblemente vivamos peligros inimaginables pero sería otra pesadilla aun peor haber renunciado a esta experiencia. Nos lo reprocharíamos el resto de nuestra vida. –

–Solo quiero que sepas que ocurra lo que ocurra, nunca te dejaré sola. No te he hecho viajar desde Valencia hasta esta locura de empresa para que acabes de mala manera en un gineceo egipcio o en las tripas de algún cocodrilo hambriento. –

–Lo sé, yo tampoco pienso perderte de vista. Basta con ver tu vestuario para imaginar que te va a resultar extremadamente fácil quitártelo de encima en cuanto alguna egipcia se ponga a tiro. – me dice en plan de broma con una sonrisa amable pero a la vez con cierto rastro de preocupación.

–Por lo visto, nos vamos esta misma noche. Lo mejor será que nos tomemos el día libre y disfrutemos de nuestro tiempo almorzando en el mejor restaurante de Philadelphia. Vivamos lo que nos queda de vida moderna en todo su esplendor. Mañana…–

–Mañana igual nos toca comer sapos. Y hablando de eso, No nos han dicho nada acerca de la dieta alimenticia de esa gente primitiva. –

–Seguramente tenían animales domésticos como cabras, asnos, bueyes, caballos… no escaseará la carne y con un río tan caudaloso como en Nilo habrá pescado a manta. Por otro lado, esta gente sembraba trigo en las orillas… No nos faltará nada para hacernos unos buenos bocatas. –

–Echaré de menos las patatas. No se puede hacer una buena tortilla sin ese ingrediente. –

–Bueno, más hambre que pasamos en las oscuras trincheras de Verdún no creo que la pasemos allí. Además, las tortillas engordan y no cabrías en tus vestidos de sacerdotisa. Terminarías teniendo lorzas como ruedas de camión. Por lo que nos han contado esta gente, las religiosas egipcias no hacían nada de nada salvo rezar, hacer ofrendas y comer. –

–Y consolar a los fieles, no te olvides de eso. –me dice con tono pícaro esperando sacarme de mis casillas.

–¡Ja! Lo dices para picarme, pero sé que no serás capaz de eso. –

–No apuestes, podrías perder hasta la ropa. –

–Pues entonces tampoco se perdería tanto. – digo señalando mi calzón.

–¿Sabes que, JuanVi, cariño? –

–¿Qué? –

–Somos los gilipollas más tontos de la creación. ¿A quién se le ocurre hablar de comida en estas circunstancias? –

–Yo no estoy hablando de comidas. Estoy hablando de tu futuro como fulana en los templos egipcios.–

–Pues eso… Yo sí estoy hablando de comidas variadas…–

Nos miramos durante un momento tenso. Poco a poco nos acercamos el uno al otro y permanecemos durante un instante mirándonos a los ojos.

Nos besamos como sólo dos adolescentes cargados de hormonas pueden hacerlo.

Noto sus caderas en contacto con las mías y sus senos, cubiertos por una ligera tela casi transparente se aprietan contra los míos y mis manos se aferran a su cintura… La naturaleza humana sigue su curso

–¡Joder! He roto el calzoncillo!