Salimos y subimos a nuestro cuarto. Para nuestra sorpresa, alguien ha colocado un par de baúles de madera bastante grandes. Cada uno tiene nuestros nombres escritos en unas etiquetas de cartón.
Los abrimos con curiosidad infantil.
¡Allí hay de todo! Escarabajos de jade, brazaletes dorados, papiros…
Un tesoro digno de Tutankamón.
–En el de mi Mari hay además unas prendas preciosas. Va a parecer una diosa, pero en el mío sólo una especie de calzoncillos-taparrabos. No, definitivamente no me va a gustar mi nuevo aspecto.
Pasamos la tarde paseando por Philadelphia. No hablamos acerca de la misión porque nos asusta un poco. Cenamos en un restaurante barato en el que se come de todo y en cantidad. Huimos de los que tienen estrellas Michelín porque te ponen un plato enorme con una minúscula ración en el centro y te cobran como si hubieses pagado la reforma del local entero. Total, las pocas veces que hemos ido a esos sitios hemos terminado en una pizzería para matar el hambre.
Amanece un nuevo día sin nada destacado que contar durante la noche. Ya se sabe que esas cosas no se deben airear que luego te conviertes en Trending Topic de Twiter.
Es sábado. Para un español como Dios manda, es un auténtico pecado mortal el madrugar pero el teléfono se ha vuelto loco de repente y nos despierta como si se hubiese declarado un incendio.
–Diga…–
–Ya están aquí los clientes para comenzar con vuestro curso de formación. Por favor, no les hagáis esperar. – es Brenda.
–¿Los clientes? ¿Hoy? ¿Un sábado a las siete de la mañana? ¡No me jodas! –
–Tienen mucha prisa por comenzar cuanto antes. Es lo que hay. –
–¡Me cago en la leche jodida!–
–¿Qué pasa? – me dice mi Mari casi medio dormida.
–Que nos llaman para ir al cole. Por lo visto esos esclavistas que tenemos como clientes tienen prisa para enviarnos al trabajo. –
–Debéis poneros vuestras ropas. – interviene de nuevo Brenda.
–¡Coño, claro! No vamos a bajar desnudos. –
–Me refiero a las que están en vuestros baúles. –
–A mí no me han dejado ninguna ropa, sólo unos calzoncillos antiguos y unas chanclas duras. –
–Eso es lo que vestirás en Egipto. Tienes que acostumbrarte. No pensarías que ibas a ir en traje o como explorador del siglo dieciocho con su gorro salacot y toda la pesca. –
–¿Y mi Mari? Supongo que no tendrá que bajar en bragas también.–
–¡No! ¡Qué tonto eres! Ella vestirá con sus lujosas prendas de sacerdotisa.–
–¿Mi mujer sacerdotisa? ¡Vamos, no me hagas reír! –
–Déjate de cháchara y prepararos cuanto antes. A esta gente no creo que le guste demasiado la idea de esperaros toda la mañana. –
Cuelgo el teléfono. Mi Mari se ha dado la vuelta en la cama y vuelve a intentar quedarse dormida abrazada fuertemente a la almohada.
–Espabila. Por lo visto eres una especie de obispa egipcia. –
No me contesta. Tiro de la sábana para obligarle a levantarse.
–Las niñas deben ser obedientes y hacer caso al papá. Tenemos que bajar inmediatamente a la guardería. No hay excusa posible. –
–Diles que estoy mala, o mejor, que he cogido el sarampión. –
Me quito el pijama y saco del cofre mis calzones egipcios. Tras ponérmelos me siento tan cómodo como ridículo. En cuanto a las chanclas, con su suela de cuero duro, repiquetean sobre el parqué cada vez de doy un paso. Tras contemplarme en el espejo me voy derechito al wáter. Nada como una buena meada para bajar según qué cosas. Al salir estoy a punto de tener que volver a entrar.
–¿Qué te parece? – me dice mi Mari sonriendo satisfecha y vestida como una especie de diosa mirándose al espejo y haciendo posturas de lo más extravagantes.
Luce un vestido inmaculadamente blanco, pero que sólo es una especie de falda cogida a su cintura por un cordón dorado. Un velo que se abrocha entre los hombros y llega casi hasta el suelo. Unos soberbios brazaletes de oro en ambos brazos, pulseras de plata y oro primorosamente talladas y una especie de sujetador hecho con unas tiras del más puro lino. Para rematar, un tocado azulado en la cabeza que le tapa la nuca por detrás
–¡Santo cielo! Si no fuera porque conozco la verdad, pensaría que te has vuelto loca! ¡Parece que se me haya aparecido la Virgen!–
–Hay que reconocer que las egipcias sacerdotisas, monjas o lo que sea, saben vestir con clase. – me dice sin dejar de mirarse en el espejo.
–Esto no es justo. ¡Mírame a mí! Tú con la elegancia de una auténtica faraona y yo vestido de mamarracho a punto de que se me vea la minga de un momento a otro con esta especie de calzones taparrabos.
–Las misiones es lo que tienen. Creo que eligen a los gilipollas para desempeñar lo que mejor saben hacer. A cada uno lo suyo.–
–Anda, si estás lista, vámonos. Esta gente ya debe estar muy impaciente. –
Bobby Está a punto de llamar a nuestra puerta cuando la abrimos.
–Daos prisa. Ya está todo dispuesto para vuestras clases. Se celebrarán en la biblioteca. Ya lo tengo todo preparado. –
En la biblioteca de la empresa ya están los tres esperando. Es curioso, nunca había puesto los pies en esta habitación. De hecho, no sabía ni que existía. Si por lo menos hubiese sido un bar conmigo hubiese tenido clientela asegurada pero una biblioteca… Anda, no me jodas.
Entro yo primero con cierta vergüenza. Mi aspecto es el de un mamarracho con pañal.
Me miran los tres con cara de aprobación.
–Buenos días. Está usted espléndido.– dice el narizotas.
–Un poco de bronceado y estará listo para viajar. Me deja usted completamente impresionada. – Esta vez es la doctora Eva Gina la que se dirige a mí.
Mi Mari, como no podía ser de otra manera hace su entrada triunfal.
–Deja de mirarle la entrepierna a mi marido o juro por Anubis que te saco los ojos y me cajo en los agujeros. – le suelta a Gina con elevado tono de voz.
–¡Magnífico! – gritan los tres al verla.
–Veldadelamente ha nacido usted pala sel leina. – el chino abre los ojos de tal manera que podría pasar por un búho.
–Efectivamente, señor Ca-Gao. De novios mi marido me dijo que me tendría como una reina. Pero ya ve, he tenido que viajar hasta Philadelphia para conseguir algo parecido, y no gracias a él precisamente. –
–Para el carro. Te recuerdo que estás aquí gracias a mí. Si no hubiera conseguido colocarme como gilipollas en la empresa, seguirías en Valencia comprándote las ropas en los mercadillos. –
–¿Ustedes no paran de discutir? ¿Es eso normal? Estoy comenzando a sospechar que no se van a complementar bien en la misión.– dice el narizotas con cara de desaprobación.
–¿Discutir? ¿Quién discute? Simplemente nos decimos las cosas a la cara. Eso es beneficioso para la convivencia sana. Los verdaderos amigos se apuñalan de frente. –
–Famosa frase de Oscar Wilde. Me encanta que sea usted tan culta, María.– dice la mujer.
–¿Ah sí? Pues se me ha ocurrido a mí solita ¿Quién es ese Oscar? –
–Déjalo. –
La puerta se abre de repente y aparece un tipo vestido con un traje completamente amarillo. Debe ser que han contratado también a un payaso. A estas alturas ya no me extraña nada.
–Buenos días. Espero que sepan disculparme. El maldito tráfico de esta ciudad no conoce de sábados ni de días festivos. – debe tratarse un individuo italiano por sus gestos y su acento.
–Buenos días. – dice el narigudo. –Les presento a Francesco Liflor. El mejor esteticista que puede uno encontrar cuando anda bajo de presupuesto.
–¡Mamma Mia! – exclama el tipo al contemplar a mi Mari. –¡Bocata di cardinale!– Se abalanza sobre ella y comienza a sobarle un brazo.
–¿Qué se supone que estás haciendo, chaval? – salto como un oso hambriento y en celo.
–No se preocupe usted, estoy comprobando la calidad de su piel para dar con el tratamiento adecuado y broncearla como es debido ¿Capizzi? –
–Mira macho, a mí no me la pegas. Si quieres tocar piel, toca la mía que voy casi en pelotas y tienes terreno de sobra en donde hurgar. –
–Cosa stai insinuando? Scusa, non ho voglia di palparti il culo.Per chi mi prendi? (¿Qué estás insinuando. Lo siento no me apetece tocarte el culo ¿Por quién me tomas? (nota del traductor. Sí también en italiano. Soy la polla.)– dice enojado como solo un italiano puede hacerlo.
–¿Tocarme el culo? ¿Ya lo que me faltaba por oír? ¿Eso forma parte del cursillo? Porque si es así ya pueden ir buscándose a otro. –
–Tranquilízate, hombre– interviene la doctora Eva Gina. – Este hombre será el encargado de daros el mejor aspecto posible para que paséis desapercibidos e integrados en la antigua sociedad egipcia. Déjale que haga su trabajo adecuadamente.–
–Está bien, que me palpe bien el pellejo, pero que no se crea este individuo que todo el monte es orégano. –
Después de comprobar nuestros cutis, teniendo cuidado de tocarme lo justito, el tipo toma unas notas en un pequeño cuaderno.
–Bene, el lunes comenzaremos las sesiones de rayos UVA. Aquí tienen mi dirección. Les espero a las nueve en punto en mi gabinete.– Nos entrega una tarjeta y se larga tan presurosamente como ha llegado.
–Una cosa menos, ya tenemos lesuelto el asunto colpolal. Ahola toca entlal en matelia.– dice el chino mientras se incorpora para extender sobre la gran mesa de lectura un plano enorme que llevaba enrollado en un tubo de cartón.
Nos acercamos todos a la mesa para observar curiosidad el gigantesco croquis. En él están dibujados con todo detalle hasta los más mínimos recovecos de la Gran Pirámide, cámaras, pasadizos…
–Tendrá que memorizarlo, JuanVi. Es muy importante para nosotros saber no sólo como se construyó sino para que sirve cada una de las cámaras, por ejemplo si la Gran Galería tenía algún fin o si verdaderamente el faraón fue enterrado en el sarcófago de granito y cómo lo introdujeron allí y si existen algunos otras cámaras ocultas todavía por descubrir. – dice el doctor Bernar Izón mientras señala con su delgaducho dedo cada una de las cosas que menciona.
–Pilámide sel obla muy compleja. Necesitamos sabel todo. –
Miro a mi Mari con media sonrisa.
–Tampoco es para tanto. Es cierto que la pirámide es grande, pero total, tiene menos habitaciones que nuestro piso de protección oficial de Valencia. Será fácil aprenderse de memoria cada una de ellas. Lo que no veo por ninguna parte es el cuarto de baño para darse una buena ducha. Allí hará calor.–
–Bien, deje de hacerse el graciosillo. Durante estos días deberá dedicar un tiempo a observar el plano y memorizarlo. Es fundamental que esté en su cerebro de gilipollas como grabado a fuego. –
–Señora Eva Gina, le aseguro que ya lo tengo en la sesera. Si quiere me puede hacer un examen y verá que ya me lo conozco al dedillo. –
La tipa me mira con cierto desdén pero continúa su cháchara como una cotorra desbocada.
–Vamos a dedicar muchas horas diarias para ponerles al corriente de las costumbres, modo de vida, religión y sus dioses y diosas, historia del antiguo Egipto y todo aquello que deban conocer antes de su marcha. Cualquier fallo que comentan pueden conducirles directamente al estómago de un cocodrilo. –
–¿Cocodrilos? – dice mi Mari con un escalofrío que le ha dejado los pelos como escarpias.
–Efectivamente, esta gente no se andaba con chiquitas cuando se trataba de castigar los malos comportamientos, pasarse las leyes por el forro o menospreciar a los dioses. ¡Y criticar al faraón o alguno de los suyos… ya ni les cuento! –
–¿Y cómo están ustedes tan seguros de que lo que nos van a enseñar es correcto? Han pasado tantos siglos desde entonces que igual se basan en habladurías de historiadores alocados. –
–Tiene usted razón, pero por lo que se ha averiguado por los exploradores, egiptólogos y expertos, le puedo garantizar que el noventa por ciento de lo que les vamos a enseñar es estrictamente cierto y real en aquella época. –
–¡Cojonudo! – grita Mari. – O sea, que tenemos un diez por ciento de probabilidades de acabar en las tripas del lagarto. –
–Tampoco es eso. Lo mejor es que apliquen el sabio refranero español y no tendrán problemas. –
–¿Refranero? ¿Y qué refrán hay que usar? ¿Donde comen tres comen cuatro? Porque ya me veo en un cenagal con el lagarto Juancho relamiéndose. –
–¡Já! olvídense de eso. Simplemente sigan el consejo “Donde fueras haz lo que vieras”. Limítense a pasar lo más desapercibidos posible y tengan especial cuidado de hacer lo que hagan los demás. Simple.–
–Para el carro, “reputada” ¿Cómo se supone que voy a pasar desapercibida con estas ropas de sacerdotisa? –
–Eso, eso, llama tanto la atención como una mosca en un plato de sopa. – intervengo para dar mayor eficacia a su razonamiento.
–Será usted una más entre cientos de ellas. Todos los templos tienen sus propios sacerdotes y su sacerdotisas dedicadas al culto y a satisfacer a los devotos creyentes de cada dios. –
–¿Cómo que a satisfacer a los devotos? ¿Qué quiere decir con “satisfacer”?. – Esta vez el que eleva la voz soy yo.
–Esas vestales virginales nada tienen que ver con las monjas católicas. Se ofrecían en cuerpo y carne a quien pagase buena dote por un rato celestial. La mayoría se enriquecía al poco tiempo. –
–Blanco y en botella: unas fulanas. ¿O sea que hacían ofrendas a los dioses a base de calzarse a las monjas esas? – Ahora ya no aguanto más. Mi Mari sonríe al verme enrojecer pero ve otra oportunidad de sacarme de mis casillas y ataca sin compasión.
–No me parece mal. Recuerda que llegamos al acuerdo de que lo que ocurre en las misiones se queda en las misiones. – sonríe de oreja a oreja mientras yo intento articular palabra pero se me hace un nudo en la garganta que me impide emitir sonido alguno.
–¿Pero qué estás diciendo? Ah, no déjame adivinar, lo que pretendes es ponerme celoso. ¿A mí? Pierdes el tiempo. Ya puedes ir poniendo tu tenderete de furcia en los altares.– no se ni lo que digo pero intento salvar mi amor propio.
–Afortunadamente usted no está obligada a hacer nada que no desee. Eso de acostarse con los egipcios es opcional. Usted verá. –
Mi Mari está disfrutando más que un gorrino en el cieno. Ha llegado su oportunidad de dejarme en la más espantosa de las desesperaciones.
–¿Opcional? Quite, quite. Si las demás sacerdotisas lo hacen yo también tendré hacer lo mismo ¿No?–
–¿Te estás escuchando a ti misma? – logo decir entre tartamudeos y una mezcla de gimoteo procedente de un hilillo de voz.
–Mira quien habla: el que se pone las botas cada vez que se monta en la máquina de Anthony y viaja a cualquier época. –
–Lo mío siempre han sido, por decirlo de algún modo, circunstancias incontroladas bajo presión. –
–¿Ahora se llama así a eso de ir fornicando sin conocimiento ninguno? Pues lo mío no van a serlo. Recuerda que “donde fueras haz lo que vieras” o terminas en la tripa del cocodrilo. –
–Bien dicho señola Malía. – exclama el chino mierda satisfecho.
–No, si al final vas a cobrar como no cierres la bocaza, Ca-Gao. –